Bernardino Vázquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La ingenuidad de las autoridades mexicanas en materia de salud tiene de plácemes a las grandes compañías productoras de cigarros. Saben, y muy bien, que en México se lee poco, y que se entiende menos, y que generalmente cualquier mensaje proveniente del gobierno tiene poca o muy poca credibilidad.

Pero además, esas compañías fabricantes de cigarros tienen como seguridad que en México los mexicanos, los funcionarios y las instituciones y dependencias habremos de buscar y encontrar el o los mecanismos que burlen las prohibiciones de fumar y permitan la venta libre de tabaco hasta frente a la nariz de quienes debieran vigilar que no.

La ingenuidad de las autoridades sanitarias en México, en un alarde de imaginación y presuntuosa posibilidad de eficiencia y eficacia en su trabajo y resultados, permitió incrustar en las cajetillas de cigarros fotografías de imágenes grotescas que si fueran vistas por los viciosos fumadores quizá hasta las hubieran entendido.

Dichas fotografías muestran el daño que causa el cigarro en el organismo humano y son en verdad, aterradoras. Digo, lo son para quienes las ven con detenimiento, para quienes saben y les interesa leer, para quienes no fuman.

Porque quienes sí fuman, uno: no se detienen en ver la cajetilla. Van directo al producto: lo encienden, lo aspiran, lo terminan, se envenenan y, dos: no compran cigarros por cajetilla, sino los adquieren prácticamente en todos lados en la modalidad de “cigarros sueltos” en donde no hay ninguna forma de advertencia efectiva o estéril.

El fracaso de las políticas públicas en materia de salud se debe a que las leyes son pensadas para otra sociedad, para otro nivel cultural o para gente con una actitud diferente a la nuestra que cree que burlando lo establecido, las normas, las leyes y autoridades obtiene alguna forma de triunfo aunque en realidad la consecuencia le sea adversa.

Las leyendas e imágenes que se exhiben en las cajetillas de cigarros y que tratan de inhibir el consumo del tabaco son un ejemplo de que no se debe hacer, son un monumento a la inoperancia, una muestra de falta de imaginación, una clara muestra de fracaso y una forma de perder el tiempo pues no cumplen ningún objetivo ya que muy pocos las ven y esos muy pocos no retienen el mensaje ni le dan alguna forma de interpretación negativa.

Esos mensajes no llegan a la mayoría de los fumadores porque no se muestran en donde venden cigarros “sueltos” y que es en donde en verdad se adquiere el producto y que es de donde en realidad los jovencitos adquieren el vicio de fumar.

El gobierno mexicano, a estas alturas, ya debió entender que subir el precio de la cajetilla de cigarros no frenó el consumo y que las leyendas e imágenes en los empaques no sirven de nada pues no sólo se incrementó el consumo de tabaco, sino que elevó el número de consumidores y disminuyó la edad de los mismos pues ahora niños de 11 años ya fuman.

Si se quisiera hacer algo para disminuir el consumo de tabaco y en consecuencia las enfermedades que trae, un gobierno o institución con voluntad, con imaginación, con deseos de hacer algo y ganas de desquitar su sueldo, debería terminar de una vez por todas con la venta indiscriminada de cigarros “sueltos” en antros, tienditas, refaccionarias, restaurantes, fondas, papelerías y todo cuanto negocio sepa que el cigarro deja ganancias.

El cigarro, lo mismo que el alcohol, los solventes e insolventes y demás venenos que se adquieren libremente en casi todas partes, son drogas permitidas al alcance de los niños y jóvenes de esta país y entidad federativa y son consumidos frente a la autoridad de cualquier nivel sin que pase nada… sin que vaya a pasar algo que lo impida. En ese sentido estamos indefensos.

Fumar puede causar risa, si risa es lo que provoca el intento del gobierno por impedirlo.